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Automóvil rojo

Escrito por Salin Antonio Badran Troncoso

Seb – ¿Cómo te fue en la Universidad?, ya que Siempre has sido un joven que se deja llevar de los momentos y mi Tía siempre te decía que pensaras antes de actuar, le prestabas atención, pero éramos demasiado inmaduros como para seguir sus consejos.

Sal – ah mira, te cuento que la noche de ayer (llena de lluvias y clima frio) en la ciudad del vallenato me invitaron a una cena en un restaurante bastante conocido, fui sin dudarlo, pero en medio de la cena me dio un leve presentimiento que algo andaba mal.

Seb – Tu y tus cosas de gente vieja pero bueno, sigue.

Sal – Cuando llego la factura pensé – “esto era lo que estaba mal” -, de igual manera pagamos esa suma un tanto exagerada, como estábamos hablando demasiado decidimos tomarnos unas bebidas con alcohol, somos jóvenes.

Seb – Sí, también recuerdo cuando andaba en esas.

Sal – Salí con un compañero y caminamos dos cuadras sin encontrar ni una gota de licor, le dije – “vámonos” -, derrotados llegamos al sitio de encuentro con la cabeza gacha y veo a la mona roja de la rabia, le pregunté si sucedía algo y me dijo – “nada” – en mi mente siempre supe que diría algo parecido.

Seb – Siempre has tenido mala suerte con las mujeres.

Sal – Déjame terminar pochi,   después de un par de abrazos se le pasó el mal genio y nos preguntan si queremos salir a tomar unas cervezas, al comienzo todos dijimos que sí porque teníamos clase a las dos de la tarde, sin ningún problema podíamos tomar tres cervezas y luego irnos a casa.

Seb – Tu siempre has sido pernicioso.

Sal – Salimos y organizamos todo, el único problema era el dinero ya que a ninguno le alcanzaba para tomar un transporte, debido a que si lo hacíamos nos tocaría irnos a pie para nuestras casas. Al momento llaman a una compañera diciendo que podían pasar por nosotros, todos teníamos una sonrisa de oreja a oreja, cerveza y compañeros de la universidad ¿Qué malo podría pasar?, esperamos en la puerta.

Seb – Como cuando las novias feas esperan a su chambelán con alegría y desesperación.

Sal – Dentro de un rato llega un automóvil rojo con vidrios polarizados y empezamos a decir un montón de excusas, cabe aclarar que ninguno se había colocado de acuerdo para derogar esa idea, en fin, solo en el auto caben tres personas y nosotros éramos 6, – “pues ni modo” – fue el argumento más válido que encontré en ese momento de anular ese plan.

Seb- Que yo recuerde tu no eras así, tú eras bebedor, te gusta el trago, tú no eres mi primo ¿qué hiciste con él?

Sal – Uno cambia después de los dieciocho ¿sabes?, algunos también pensaron lo mismo y nos quedamos al frente del establecimiento y decidimos irnos mejor a casa de una compañera que vivía relativamente cerca de la mayoría, allá empezamos a hablar sobre por qué no habíamos aceptado; yo dije que no me parece subir a autos de extraños ni sabía el nombre, otro colega exclamó el auto, por favor, rojo no es nada bueno, después siguieron las niñas diciendo que el conductor no les cuadraba, no estaba de buena gana y otra dijo ¿rojo y polarizado?, no, mejor déjame quieta.

Y así me di cuenta que todos teníamos motivos y pensamientos que, aunque paralelas sean las ideas en algún momento se cruzan y pasa lo que en la noche fue el centro de la conversación, nunca se monten en un automóvil rojo con vidrios polarizados. Todos acordamos que fue la mejor elección y aquí me dije – “sí sé discernir” -.

Una conversación imaginaria con mi primo.

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