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Así opinan

¿Con licencia para matar?

Por Orlando José Henríquez Celedón

El pasado 22 de enero el estado de New York aprobó la Reproductive Health Act (Ley de Salud Reproductiva), eufemismo para referirse a una norma que no es más que un instrumento de muerte, siendo ello evidencia que no todo lo legal, como el nazismo, el apartheid y la esclavitud, es moralmente correcto. Su gobernador Andrew Cuomo, demócrata y nominalmente católico, firmó entusiasmado la ley según la cual se podrá abortar en ese estado hasta el día antes del parto por razones relacionadas con el bienestar de la madre, lo que abre un abanico de interpretaciones que hace que la facilidad para abortar sea un ancho camino con una amplia puerta. La ley también elimina el aborto ilegal del Código Penal, así como la mayoría de garantías y regulaciones sobre el procedimiento, pudiendo realizar abortos personas que no sean médicos. New York, al dejar de ver el aborto como una excepción y mostrarse como un estado que exhorta, motiva y facilita a la mujer esta práctica, se convierte en un apologista de la muerte, en la capital mundial del aborto.

En una conferencia realizada el pasado 7 de enero de 2017, el doctor Peter MacParland, ginecólogo del Hospital Nacional de la Maternidad de Dublín, afirmó: “En Islandia, el 100% de los bebés diagnosticados con Síndrome de Down son abortados”, sentenciando con una frase difundida en muchos medios: “No ha nacido ningún bebé con Síndrome de Down en Islandia en los últimos cinco años”. Lastimosamente el anterior hecho hace parte de la vida real.

Y es que antes de hablar del aborto, tenemos que preguntarnos ¿qué nos llevó a considerar con los años que el acabar con la vida del que está por nacer es la manera práctica de evitar el sufrimiento, resolver un trauma pos violación, salvaguardar la vida, o sencillamente evadir la responsabilidad de ser padres, ya se trate de un bebé en condiciones óptimas o con alguna malformación? El buscar soluciones facilistas es el común denominador tanto de la película como de la realidad, dando la espalda al problema real y sus orígenes.

En el caso del aborto, desde que se menosprecia y ataca el matrimonio, desde que se ridiculiza la castidad hasta la noche de bodas, desde que el sexo libre, supuestamente responsable si se usa preservativo, se publicita en televisión, redes, escuelas, artistas y la sociedad misma, desde ahí precisamente todo se salió de control, al punto que se intenta adormecer conciencias usando eufemismos como que el gestado es solo un amasijo de carne, un montón de células en el vientre materno, a lo que se suman estadísticas mentirosas, manipuladas, y el discurso victimista que busca simpatías entre aquellos que se dejan seducir por sofismas semánticos que hablan de “interrupción del embarazo” (como si se pudiera reanudar), por no llamar las cosas como son, homicidio de niños por nacer, muerte del concebido, un filicidio.

En un intento por defender su postura, los apologistas del aborto apelan a un calendario ideológico, caprichoso y desprovisto de sustento científico, en el que afirman que, si el embarazo es reciente, aún no está formada la persona, justificándolo generalmente hasta el tercer mes de preñez, sin olvidar que el aborto después de las 22 semanas hasta los 9 meses, conocido como “aborto por nacimiento parcial”, fue legalizado por el bonachón, altruista y filántropo ex presidente Obama. La pregunta incómoda para los partidarios del aborto es ¿cuándo empieza la vida?; la ciencia desde la embriología y la biogenética demuestra con absoluta certeza que la vida del ser humano empieza desde la unión del espermatozoide y el óvulo, formando el cigoto. Decir que la mujer puede decidir abortar porque “el feto” hace parte de su cuerpo es desconocer que si bien es cierto la vida de su hijo necesita del vientre materno para subsistir, no implica que sea una parte de su madre pues desde la fecundación el que está por nacer tiene tu propio ADN y su propio sistema inmunológico.

Por otro lado se apela al sentimentalismo, historias traumáticas que escenifican una madre sumida en la pobreza con 4 hijos a los que se sumaría el que está por nacer, y para buscar el mal menor, es mejor permitir que esa mujer víctima del sistema aborte para evitarle el sufrimiento a ella y al niño; otro argumento es que el bebé tenga una enfermedad o una malformación, imitando lo que siglos antes de Cristo, en la rígida y militarista Esparta hacía, o las leyes eugenésicas del nacional-socialismo que ordenaba la muerte a discapacitados y malformados; se suma el riesgo de la vida de la madre, pero desde 1979 el reconocido biólogo José Botella Llusia afirmó que las más graves complicaciones del embarazo pueden ser resueltas sin apelar al aborto, hecho que confirmó la OMS; defienden el “aborto seguro”, pues de todos modos se seguirán practicando en la clandestinidad y hay que evitar el riesgo de la madre, asunto cuestionable porque la madre que muere no es víctima, es victimaria al procurar un filicidio (legalicemos el hurto para que el ladrón no corra el riesgo de morir en el intento); el embarazo generado por una violación, argumento que tiene implícito que se castigue con la muerte al indefenso, al que está por nacer, cuando ni siquiera la violación tiene pena de muerte; en este punto es perfectamente entendible que la madre víctima de violación no quiera criar el hijo, y estamos llamados a solidarizarnos con ayuda sicológica, pero la alternativa para salvar al inocente es darlo en adopción.

Nuestra “progresista” Corte Constitucional desde el año 2006 despenalizó el aborto en 3 casos: violación, mal formación o peligro para la vida de la madre. Veo a Argentina como espejo político en este asunto; el país del extremo sur, considerado el país con una de las políticas más “progresista” de Latinoamérica y el mundo, libró en el primer semestre de este año el debate acerca de legalizar el derecho al aborto dentro de las 14 semanas de gestación, escenario en el que fue invitada al Senado la brillante Dra. Chinda Brandolino, que con argumentos científicos y estadísticos acreditados por su admirable experiencia, respondió con contundencia a las preguntas de los asistentes. Percibo que en Colombia estamos próximos a este debate, por lo que es necesario documentarse, informarse y tomar una posición, eso sí, usando fuentes con credibilidad, serias y objetivas, desprovistas de apasionamientos políticos e ideológicos.

Por último, es curioso que esta ola de voces que reclama sus derechos, prefiera luchar por las ballenas, los toros o los gallos, y es por eso que ya se habla de los animales como sujetos de derechos (hasta el río Atrato tiene derechos según la sentencia T – 622 de 2016) antes que por la vida del ser humano que está por nacer. El alto tribunal en su línea jurisprudencial busca también proteger a las futuras generaciones frente al cambio climático; con las pretensiones de los “progresistas” que apuntan a que se normalice el aborto y se despenalice, Colombia no tendrá futuras generaciones y vivirá las consecuencias como las que sufre Cuba, lugar donde el aborto es una práctica común, siendo una de las causas del envejecimiento que amenaza la sostenibilidad económica y el futuro de la isla (obviando el modelo económico).

Adenda: Sería tema de otro análisis los intereses que tiene Naciones Unidad, farmacéuticas, organizaciones como Planned Parenthood y la Fundación Rockefeller.

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