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Así opinan

La revolución de las mujeres en el vallenato

Escrito por José Antonio Araújo Pitre @JoseAraujoP – josearaujopitre@gmail.com – @joseantonioaraujo

El 19 de enero de 1995 falleció Patricia Teherán, de manera trágica el mundo vallenato perdió a su representante femenina más conocida. Desde entonces, muchos años tuvieron que pasar hasta que el género femenino volviera a reivindicar su lugar e importancia en la música vallenata.

Tanto el diccionario de la Real Academia Española (RAE) como el de Oxford, coinciden en que una revolución es un cambio brusco en las estructuras sociales, políticas o económicas de una sociedad o comunidad. Por su parte, la palabra reivindicar se refiere al acto de reclamar con vehemencia y firmeza una cosa a la que se tiene derecho. En efecto, el 2019 ha sido el año en que la revolución de las mujeres en la música vallenata se ha consolidado. El género femenino regresó para convertirse en protagonista y reclamar su derecho de hacer música vallenata.

En septiembre de 2018, la acordeonera Diana Burco se convirtió en la primera mujer en la historia en ser nominada al Grammy Latino en la categoría Mejor Álbum Cumbia/Vallenato. La sola nominación fue un mensaje poderosísimo: uno de los mejores álbumes del vallenato lo hizo una mujer. Con esto, las mujeres empiezan a resquebrajar el paradigma de que el vallenato es un género que debe ser interpretado exclusivamente por hombres.

En la misma línea, muy atenta a la revolución digital de la industria musical en plataformas como YouTube e Instagram, María Silena Ovalle se ha convertido en la reina indiscutible de las redes sociales. Sus vídeos tocando el acordeón e interpretando diversos géneros con toque vallenato han llamado la atención de artistas nacionales e internacionales como Shakira, Daddy Yankee y Carlos Vives. Todos estos se han dejado encantar por la magia de esta villanuevera que desde ya se destaca por su creatividad a la hora de tocar el acordeón. Con sus escasos 24 años ha empezado a recorrer Colombia y el mundo demostrando que las mujeres también tocan vallenato y que han regresado para reescribir la historia del género.

Otro acontecimiento importante de esta revolución tiene que ver con el reconocimiento que hizo el Festival de la Leyenda Vallenata en su edición No. 52 con la apertura de la categoría ‘Acordeonera Mayor’, en la cual las mujeres tienen la oportunidad de disputarse el título de mejor acordeonera y hacerse con la corona de ‘Reina Vallenata’. Este tipo de medidas son conocidas como acciones afirmativas y están dirigidas a reducir o, idealmente, eliminar las prácticas discriminatorias en contra de sectores históricamente excluidos como las mujeres. Implican necesariamente un tratamiento preferencial respecto de determinados grupos con el fin de permitir su participación en ámbitos en los que han sido históricamente excluidos.

Particularmente, no me muestro a favor de estas medidas de discriminación positiva en el ámbito de los concursos de música vallenata respecto de las mujeres, porque considero que tienen todo el talento y la capacidad para disputar la corona en igualdad de condiciones frente a los hombres. No obstante, no puede desconocerse que esta acción le ha dado visibilidad a la participación de las mujeres en el Festival y constituye un importante avance en cuanto equidad de género se refiere. Lo anterior, dado que implica una transformación del lenguaje mismo de los concursos; antes de su existencia, y aunque sonare paradójico, las mujeres inscritas en el Festival Vallenato participaban para hacerse con el título de “Rey” vallenato. Hoy al menos se les reconoce desde las categorías lingüísticas con la propiedad que amerita el caso. A pesar de lo anterior, esta discusión trae a mi mente las ineludibles palabras del gran maestro y visionario de la música vallenata, Andrés “El Turco” Gil, cuando dice que su sueño es poder ver antes de morir a una “mujer y a un extranjero coronados como reyes del Festival de la Leyenda Vallenata”.

Todo esto no hubiera sido posible sin las precursoras de este género que desde mediados del siglo XX dedicaron parte de su vida al vallenato. Como lo reseña Alonso Sánchez Baute, desde los sesenta varias mujeres decidieron incursionar en la industria musical haciendo música vallenata. Dentro de ese grupo se destacan mujeres como Estercita Forero, Carmencita Pernett, Carmen Elena Parodi, Miriam Serrano Ceballos, Carmen Mejía Barros, Lourdes Cuello Montero, Lucy Serrano de Andreis y Rita Fernández Padilla. Esta última es digna de ser llamada juglaresa, pues canta, compone y toca el acordeón. Hay que empezar a repensar la historia de nuestra música, y ello parte, por ejemplo, de la inclusión de las mujeres dentro de esa categoría histórica de los juglares vallenatos. Como lo dije al inicio, el 2019 ha sido el año de consolidación de esta revolución, y esto se evidencia, entre otras cosas, en que este año Rita Fernández Padilla se convierte en la primera mujer en ser elegida presidenta de SAYCO.

Sin duda, esta columna necesitaría más de 350 páginas para poder hacer mención de todas las mujeres que han contribuido al desarrollo del género vallenato. Se vienen a mi mente las palabras de Gabriel García Márquez cuando afirmaba que “Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas”. Pues no podemos olvidar que ese lindo vallenato compuesto por Gabo tiene como una de sus principales protagonistas a Úrsula Iguarán, matrona que representa el ímpetu de la mujer caribe y que sacó adelante a toda una descendencia. Con la misma fuerza que Úrsula, hoy las mujeres han resurgido para levantar su voces, sus cajas, guacharacas y acordeones y decir: el vallenato también es nuestro y acá estamos más presentes que nunca.

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