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Una mirada a la música de James Díaz

Los conciertos retrospectivos que organiza anualmente el Banco de la República son una excelente oportunidad para entrar en el mundo creativo de los compositores colombianos. Este concierto estuvo dedicado al joven compositor James Andrei Díaz, siendo este el primero de la serie Retratos de un compositor que se hace para la temporada digital. El concierto se grabó en el DiMenna Center for Classical Music de Nueva York, un espacio enteramente dedicado a la presentación y grabación de conciertos de música académica a cargo de la Orchestra of St. Luke, agrupación para la que recientemente Díaz compuso su obra Detrás de un muro de ilusiones.

La charla previa y el concierto tuvieron un amplio número de visitas en las primeras horas de su emisión (546 y 954 reproducciones respectivamente) en la página de la Sala de Conciertos de Facebook y 352 visitas en YouTube, cifras que hablan del claro interés que tiene el público por conocer la música de nuestros compositores. Para esta ocasión, Díaz escogió cuatro obras de cámara que compuso en los Estados Unidos como estudiante de maestría en la Manhattan School of Music de Nueva York, siendo entonces beneficiario del programa Jóvenes Talentos del Banco de la República; y como estudiante de doctorado de la Universidad de Pensilvania con la beca Benjamin Franklin.

El primer aspecto para resaltar es que presentó obras de cámara de largo aliento, entre trece y dieciséis minutos de duración, algo particularmente exigente de hacer en obras de un solo movimiento como Una canción, para violín y electrónica, y en tiempos de voz pasiva, para violonchelo amplificado. También lo es para el clarinetista en I [am] not, pues sus seis movimientos deben interpretarse de manera continua, es decir, sin interrupción entre estos. El actual interés de Díaz por componer obras para formato mixto (incluyendo algunas obras para orquesta), amén de su explícito interés en la fotografía y el diseño, muestran una tendencia hacia la creación de obras que crucen la frontera musical para integrarse a las tendencias contemporáneas de las artes mixtas. Tal vez esto fue lo que intentó comunicar con la edición de video de I [am] not para clarinete y electrónica, donde además incluyó algunos efectos visuales que se integraron a la obra; siendo la primera vez que se hace en un concierto de este tipo y que ciertamente alteró la relación entre el intérprete y el público al pasar de un producto que emula las condiciones normales de un concierto al lenguaje del video.

La disposición cronológica de las obras fue poco favorecedora al concierto mismo pues alteró el equilibrio entre estas, más aún cuando se tienen en la baraja tan pocas obras. En lo personal siempre he sido crítico de los programas cronológicos de cualquier tipo porque dicha disposición generalmente cierra otras posibilidades de ordenamiento que ayuden a resaltar las cualidades de la música que se va a escuchar y, en este caso, se desaprovechó la ventaja de la edición de video, pues al hacerlo en vivo se requiere de un ensayo de piso que ayuda a solventar la dificultad del cambio escénico entre las obras. En este caso, hubiera preferido que se iniciara el concierto con una obra de mayor impacto como en tiempos de voz pasiva para dejar en medio el cuarteto Infraestructuras que es una obra menos atractiva.

Fue muy destacable la labor de cada uno de los intérpretes, especialmente del clarinetista norteamericano Tyler Neidermayer y de la violonchelista colombiana Carolina DiazgranadosAmbos artistas enfrentaron obras de gran complejidad técnica y muy exigentes en la interpretación, logrando transmitir el espíritu que sustenta a ambas obras. Por un lado, I [am] not es una pieza camaleónica donde el intérprete debe asumir en escena diferentes roles, lo cual le exige cambiar su acercamiento al instrumento y alterar su sonido para evocar un diyeridú en el segundo movimiento y en los sucesivos a un redoblante, a una soprano y a una guitarra eléctrica. El trabajo de la electrónica fue lo bastante sutil para permitir la perfecta integración de los medios y crear un único instrumento enriquecido. Por su parte, la violonchelista encara una pieza que se construye en la interacción del instrumento con la sala por medio de la amplificación. Gracias a los primeros planos de la edición se puede apreciar la combinatoria de diferentes técnicas instrumentales que ayudan a construir la obra y que hacen visible esa danza (o coreografía) progresiva que Diazgranados hizo para en tiempos de voz pasiva.

Debo admitir que Una canción, para violín y piano, se aprecia mejor con audífonos, aunque la noche del concierto lo hice directamente con altavoces, cosa que ciertamente afectó mi percepción de esta. Sin embargo, creo que es una obra cuya saturación de armónicos no me resultó agradable pese a que tiene secciones donde la electrónica aporta algunos sonidos graves que la equilibran. Pero debo decir que esta obra tiene el mérito de establecer un diálogo entre ambos medios comparable con el que se persigue establecer en dúos más tradicionales como violín y piano.

Finamente, es muy bueno poder apreciar los nuevos rumbos e inquietudes estéticas de James Díaz puesto que su obra hace parte ya del importante acervo musical académico de nuestro país. Saber que quiere continuar creando, explorando y sorprendiéndonos es un buen augurio para el futuro de la música. Felicitaciones.

Programa

J. Díaz: INFRAESTRUCTURAS; Una canción; en tiempos de voz pasiva; I [am] not.

Consulta el programa de mano »

Por: Pedro SarmientoPedro Sarmiento

Compositor y musicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, miembro del Círculo Colombiano de Música Contemporánea CCMC. Sus obras han sido interpretadas en Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Estados Unidos, España, Francia, Perú y Venezuela.

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