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Así opinan

Valledupar, del blanco colonial al naranja actual

Si usted, amigo lector, está en Valledupar en su cumpleaños 469, ni se le ocurra meterse a Wikipedia para saber algo de su historia, así evitará confusiones en fechas, datos, personas y demás curiosidades. Para iniciar encontrará dos fundaciones de la ciudad, la primera, 6 años antes de la oficial en 1550, por un Capitán Francisco Salguero, pero no estaba autorizado para ello, como agradecimiento construyeron un puente con su nombre que ya no usan. Escalona lo inmortalizó en su canto “La creciente del Cesar”. Luego, a otro Capitán, Hernando de Santana, hijo de Juan de Porras, sí le dieron las facultades, por eso en cualquier discusión los vallenatos lo mandan para “La Porra” y usted nunca sabrá porqué.

Ni qué decir de María Concepción Loperena de Fernández de Castro, la hija de Don Pelayo fallecida un 12 de febrero a los 143 años. Eso dice internet. Ella en su testimonio dicta haberse casado con José Manuel Fernández de Castro Pérez Ruiz Calderón, por eso, por estar en la cola, su tataranieto Arturo Calderón no ha podido ser gobernador del Cesar. De su tía Josefa Ustáriz de La Guerra, sí era mi tátara-bisabuela y de ahí vengo yo, para coger prestado un poquito de abolengo. No creo mucho, pero ahí internet sí debe estar en lo cierto. Tampoco crea que entre las faunas y floras de la ciudad encuentre miles de árboles de cotoprix y cardamomo, menos lechuzas, pero sí mangos y palomas tierrelitas.

Tampoco pida que lo lleven a conocer el museo arqueológico, ni el estadio de Chemesquemena, y ni se le ocurra ir el “Pico de la reina” como sitio turístico, eso es casi mitología de los padres fundadores en la historia de nuestro presidente, y como estará de visita en su cumpleaños, no invite a comer frijoles paisas con paticas de cerdo, para evitar el caso reciente en los carnavales de Pasto. Cuídese mucho. Y pueden ofenderse los seguidores del presidente eterno.

Tampoco pida lo llevan al monumento de la Chichamaya, es una vaina amorfa que hasta los guajiros en su tiempo quedaron furiosos por la imagen de su baile tradicional. Ni se le ocurra viajar en TAC (Transportes Aéreos del Cesar) esos aviones ya no existen, solo quedaron dos volando en Ferrari que son dueños de las clínicas de la ciudad. Ahí sí pueden hacerle un TAC de procedimiento si cuenta con suerte.

Como ya usted sabe de dónde vienen las familias vallenatas fundadoras, con sus nombres y apellidos, muchos años después siguen en varios oficios: la bella Ustáriz precursora de la gastronomía local, el señor Castellanos construyó la primera tarima para el Festival vallenato, José Antonio creó el departamento del Cesar y su pariente Pedro Norberto sigue en la cola, hace rato para un gran puesto público. No pregunte quien fue el coronel Sergio de La Cordero de Ligny y Helel, es mejor no saberlo. Por ahora.

Entonces, ya sabemos que Valledupar es una ciudad antigua, más de cuatro siglos y medio, que La Loperena brindó caballos a Bolívar, ganados y ropas para la tropa independentista, y para ello viajó a la Villa de Chiriguaná, eran otros tiempos. En la actualidad solo es una llamadita al alcalde Negrito Esquivel y resuelto el asunto. Igual hubiera pasado con un whatsApp al Fernando VII para autorizar a Salguero en la Fundación del Valle.

No olvidemos que fue el General Santander quien devolvió los bienes a la Loperena desde Cúcuta, cuando se los quitaron por ayudar a la causa libertadora. A propósito, en esa capital existe Cucutilla y aquí el Vallito, pero nadie les para bolas, prefieren Bochalema y Patillal, donde acaban de inaugurar una gran plaza y Juan José Corzo gritó un discurso tan largo que casi nos coge la fiesta de los Reyes Magos por allá.

Hoy la ciudad cambió, es moderna, limpia, bonita, hospitalaria y noble. Ya no tiene capitanes ni coroneles, ni padres fundadores, ni mujeres valiosas, ni Cacica siquiera. “Sus más grandes hombres ya se fueron, dejando entre su historia sus recuerdos” como dice el Veje Bolaños en su paseo “Viejo Valledupar”.

Hoy sus ciudadanos no gritan “¡Ay Ombe!” en las parrandas con acordeones, cada media hora su joven alcalde inaugura parques y avenidas, y sus seguidores gritan: ”Aleluya, Aleluya, qué grande es el Señor. ¡Amennnn!”.

Por último, ni intenten jugar con sus números de cumpleaños. El 4 y el 69. Únanlos y ya, alguien con libido alterada puede imaginarse posiciones y con la que tiene la ciudad en otros temas y mediciones, ya basta. Feliz cumpleaños señores Gaspar, Melchor y Baltazar que remodelan la Plaza Mayor.

Escrito por: Edgardo Mendoza Guerra

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