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DestacadosFestival Vallenato

Alejo Durán fue el único que dictó clases de acordeón en una canción

Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv

Gilberto Alejando Durán Díaz, ‘El negro Alejo’, con su pedazo de acordeón se la
pasó toda su vida tocando esa nota donde los bajos fueron su compañía ideal, y
como lo anotó su hermano Náfer Santiago. “No era rápido, pero sí muy inteligente.
Yo diría demasiado natural y tenía un carisma que se llevaba a cualquiera, así
como hacen los toros en la corraleja”.
Alejo, el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1968 marcó su
propio territorio, y supo darle a cada mujer y a diversas historias su real versión
para untarse de gloria en aquellas famosas corredurías donde dejó su marca
registrada.
En cierta ocasión se le llamó la atención sobre las canciones de otros
compositores que llevaba a la pasta sonora, y respondió como solía hacerlo, con
mucha claridad. “Los cantos tienen que llenar los requisitos y adaptarse a mi
estilo, para que puedan tocarse y cantarse llegando a puerto seguro”. De esa
manera, inundó de cantos el firmamento del folclor, caso ‘Alicia adorada’ de
Juancho Polo Valencia.
Entre esos cantos de su autoría, aparece la famosa ‘Cachucha bacana’, dedicada
a su entonces guacharaquero Jaime López, quien presumía estar a la moda
adornando su cabeza. Alejo, optó por sacarle un canto y decirle. “Oye lo que dice
Alejo, con su nota apesarada, quien como el guacharaquero, con su cachucha
bacana. Jaime sí, Jaime sí, Jame sí, y Alejo no”.

Canto famoso
Pasados los años, el artista samario Carlos Vives, con la finalidad de preservar la
memoria de Alejo Durán, internacionalizó aquel llamativo canto y luego, al lado de

Carlos Huertas Jr., crearon ‘El sombrero de Alejo’. “Lo que produce hay que verlo,
ese folclor de la sierra. Se hizo famoso en la tierra como el sombrero de Alejo”.
Carlos Vives le grabó a Alejo Durán las canciones ‘Pedazo de acordeón’, ‘Altos del
Rosario’, ‘Fidelina’ y ‘La cachucha bacana’, contando que desde niño esas obras
naturales se paseaban por su casa, porque su padre Luis Aurelio Vives
Echeverría, solía invitarlo a Santa Marta.
El artista samario, siempre que habla del segundo hijo de Náfer Donato Durán
Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, se emociona. “Alejo era un hombre que
congregaba, era el gran símbolo del vallenato por su humanidad, por su sonrisa,
por lo que representaba, por su piel, por su acordeón, por su sombrero y por el
inmenso legado que dejó”.
En sus presentaciones por diversos lugares del mundo no deja de interpretar las
canciones de Alejo, porque lo transportan a ese ayer del Magdalena Grande, el
cual hizo posible que el vallenato comenzara a salir de los corrales hasta
proyectarse por cualquier lugar del universo.

Tocando con el alma
Alejo Durán en una de sus canciones cuyo nombre es ‘Para saber tocar acordeón’,
como nadie dejó una clase de cómo se toca este instrumento sagrado de la
música vallenata. En su letra va indicando la manera de hacerlo para que sea más
receptivo.
En el primer verso hace énfasis en la manera de tocarlo. “Pa’ sabé tocá acordeón
hay que tener mucho cuidado, una buena ejecución y sabé golpear los bajos.
Hombe, para cuando toque un son le salga bien acompasado”.
Enseguida se va más a fondo de la manera como se debe ejecutar. “Sino más no
es tocar pitos y formar la algarabía, para qué tanto registro, si fluye la melodía.
Oye, yo me la paso es tocando, no es para que me den la fama. Yo no toco con la
fama, toco es con el alma”.
Al respecto el escritor, poeta e investigador Fernando Bordeth Chiquillo, señaló.
“Alejo Durán era poseedor de una inigualable calidad humana, un carisma que le
daba una personalidad fascinante. Él usó el lenguaje y los giros locales propios de
su cultura de origen, los cuales supo insertar en sus cantos. Además, para tocar el
acordeón tuvo un estilo único. Quería tanto a su acordeón que le hizo una bella
canción en aire de puya”.

Efectivamente, Alejo Durán siempre llevó el corazón y parte de su alegría en su
pedazo de acordeón, tal y como lo reseñó Consuelo Araujonoguera. “Cuando
Alejo Durán se subió a la tarima, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso
López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda
Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después, en la gran
final, ’La cachucha bacana’, ‘Elvirita’, ‘Alicia adorada’ y ‘Pedazo de acordeón’,
fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde
entonces lo consagró para siempre en el afecto y la devoción de la gente”. Eso
sucedió hace 56 años.

Último “Te quiero” de Alejo
El 15 de noviembre de 1989, hace 34 años, Alejo Durán, el juglar de los cantos
raizales, durante sus últimos momentos de vida y acostado en la cama de una
clínica en Montería con fuertes dolores en el corazón, resumió en pocas palabras
los agradecimientos a Gloria María Dussán Torres, la mujer que durante 14 años
lo amó sin límites. “Goya, te quiero mucho”. Él murió cuando contaba con 70 años.
Así, con un “Te quiero”, quedó enmarcada la grandeza del juglar que nació en El
Paso, antiguo Magdalena Grande, hoy departamento del Cesar, el 9 de febrero de
1919, el mismo que cada año es recordado en su terruño a través del Festival
Pedazo de Acordeón, cuando al rememorar sus notas apesaradas los amantes de
este bello folclor no pueden evitar decir llenos de emoción: “¡Apa! ¡Oa! ¡Sabroso!”.

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