A partir de la Constitución de 1.991, Colombia fue declarado un estado de derechos, desde ese momento, para cada caso del diario vivir, existe una Ley que los reglamenta, originando un caos, un libertinaje en la sociedad, y un terreno fértil a la impunidad, hasta tal punto, que se le haya dado un golpe de Estado a la familia, donde los padres de nuestra generación “dejamos de ser la última mandada por nuestros padres, para convertirnos en la primera mandada por nuestros hijos”. Son tantos los Derechos otorgados que atentan contra los mismos derechos fundamentales en la formación de hombres de bien, ” hombres aptos para gobernarse, no para ser gobernados”, donde la mediocridad, el exagerado asistencialismo y el populismo, ha sido la respuesta irresponsable para sostener en el poder por largos años, a delfines y a vacas sagradas que han hecho hoy de ” nuestro sagrado recinto del Congreso un verdadero establo”, y un estado dador de limosna, con un pueblo sumergido en la pobreza, en el desempleo, especialmente en los jóvenes profesionales, en la desesperanza por tantos incumplidos acumulados, y ante todo, por los rigores de una crisis nunca vista producto del coronavirus, que por más de un año ha golpeado duramente nuestra dignidad, hasta robarnos la Libertad. Al igual, la rampante corrupción en nuestro país, parece que esta vez ha rebosado el vaso y ha agotado la paciencia de nuestra gente, esa misma gente que en su mayoría eligió a un Presidente joven, preparado, de origen liberal, con una verborrea propia de la mezcla paisa-tolimense, pero que a veces luce inexperto, inoportuno y arrogante en las decisiones trascendentales sobre los conflictos creados y aplazados por los magos del poder, y es más, parece confundido entre sus ideales por convicción y el principio de lealtad a un partido todopoderoso que lo llevó al poder, y que no le permite ver el verdadero país que se ha desmoronado en todos sus estamentos. Esta obnubilación, lo indujo a cometer un craso error, como el de inventarse una reforma tributaria regresiva en un momento cúspide de la crisis, en su desesperación de financiar, lo que su mismo gobierno desfinanció en la pasada, siendo sin traslaticias de dudas, el Presidente que en la historia más ha golpeado la clase media y baja en Colombia, lo cual ha sido tomado como florero de Llorente por los diferentes sectores sociales de manera oportunista, para tomarse irracionalmente y con rabia las calles, los espacios públicos y las grandes infraestructuras viales y de movilidad de acceso a las grandes ciudades, que hoy son víctimas del traslado de los rezagos de violencia del país, que anteriormente eran rurales, y se han convertido en un verdadero boomerang socioeconómico por el desabastecimiento, y su afectación directa a los sectores productivos, que atentan contra la soberanía y seguridad alimentaria, y la sobrevivencia de los mismos actores de las grandes movilizaciones sin precedentes por su duración, y contra su homeostasis económica y financiera, lo cual es muy preocupante por sus inciertas y funestas consecuencias por venir, si se tiene en cuenta la globalización de la actual crisis.
