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Así opinanSerpiente Naranja

El arte colombiano esta de luto: Despedimos a Antonio Caro

Escrito por Cristina Díaz

“Las obras de Caro manifiestan su actitud anticonvencional y su reflexión crítica. Para su estrategia conceptual es indispensable la repetición, que además de reiterar la comunicación, hace énfasis en el significado y proporciona nuevas lecturas”, señaló la galería Casas Riegner en la descripción del artista.

“Guerrillero audiovisual”. Palabras del crítico uruguayo Luis Camnitzer

Serpiente Naranja está de luto, y todo el arte colombiano, por la partida de Antonio Caro, la tristeza que nos invade ocurrió el 29 de marzo el hospital universitario San Ignacio en Bogotá, falleció a los 70 años. Una de las leyendas del arte en Colombia nacida en 1950. Iniciamos su homenaje recordando el momento del año 1971, su primera exposición en el Salón Nacional de Artistas.

En los años setenta Colombia pasaba por un momento muy complicado políticamente. El Frente Nacional llegaba a su final y muchas formas de expresión mostraban el modelo político agonizante incapaz de resolver las demandas sociales. Antonio Caro Lopera aparece como artista innovador y con una forma de crítica muy aguda con la que rompió con las formas de representación artística. Su nueva propuesta incluía tipografías, especies vegetales, instalaciones, carteles y alimentos como el maíz. En casi todos sus trabajos el texto resultó esencial para expresar su mirada sobre las problemáticas políticas y sociales de un país con rezagos de colonialismo.

En el Salón Nacional de Artistas exhibió una escultura de la cabeza del expresidente Carlos Lleras Restrepo hecha de sal, que reposaba en una urna de cristal. Durante la noche de la inauguración, sorpresivamente, empezó a llenar el cubo de vidrio con agua y la cabeza se deshizo dejando a flote solamente las gafas y provocando una inundación memorable de agua salada. Este performance inesperado lo lanzó a la fama. Los titulares de prensa no se hicieron esperar, con esta obra quedó inmortal en la memoria del arte contemporáneo.

“Caro no solo calculó el escándalo que iba a producir su obra, sino que planeó también de manera muy precisa su simbología. La autoridad y la inteligencia de Lleras se disuelven entre las aguas depuradoras de la historia. La inteligencia penetrante, representada por la esencia concentrada de la sal, no ha sido negada pero se desperdicia lastimosamente cuando no está al servicio de la comunidad sino gobernando altiva desde el palacio presidencial como desde una urna de cristal”, escribió Alfonso Robayo sobre la obra en su libro La crítica a los valores hegemónicos en el arte colombiano.

Dejó la carrera de artes en la Universidad Nacional poco después de su primera exposición, para emprender su propio rumbo. No se definía como artista conceptual, sino reciclaje de semánticas. Es reconocido porque sus obras eran construidas con elementos básicos y económicos que combinan símbolos y palabras.

Con la obra “Aquí no cabe el arte”, Caro sentó un nuevo precedente. En 16 cartones construyó letra a letra ese texto y agregó debajo de cada una de ellas los nombres de estudiantes y líderes asesinados en distintos lugares del país, así como los nombres de indígenas masacrados en Planas. Desde entonces y hasta el presente, el artista dejó explicito su interés particular por la convulsa realidad nacional. Y con la obra “El imperialismo es un tigre de papel”, retomó y representó la popular frase de Mao Tsé-Tung, cuyo significado estaba en la posibilidad que tenían los pueblos revolucionarios de derribar el imperialismo.

Si recuerda Colombia-Marlboro, Caro puso de presente el crecimiento del consumo, especialmente de productos extranjeros. Luego vino una de sus imágenes más conocidas: Colombia-Coca Cola, presentación en letras del nombre de nuestro país con el diseño de la marca de la multinacional estadounidense. Con ambas obras, así como con otras de gran recordación, Caro incorporaba elementos del diseño gráfico y de la publicidad con referentes de nuestro contexto social y político. Con ello logró impactar nuestra memoria.

Una de las más recordadas es Colombia Coca-Cola (1976), en la que tomó una lata esmaltada de color rojo y sobre ella escribió el nombre del país con la caligrafía de la bebida gaseosa más famosa del mundo. Esa obra la reprodujo en otras ocasiones, una de ellas en la que tomó la bandera nacional y replicó el mismo logo alterado sobre la franja que representa la sangre de los héroes nacionales (1977).

Los juegos de palabras, los materiales y los colores, daban cuenta de mensajes sólidos y perspicaces en un solo golpe de vista, como en el caso también de “Todo está muy Caro”, que combina el apellido del artista con una de las máximas cotidianas de los colombianos.

Dentro de la copiosa obra de Caro, el “Homenaje a Quintín Lame”, de 1979, hace parte de un conjunto de piezas que destacan aspectos del mundo indígena, particularmente de sus luchas por sobrevivir. Caro destacó la firma de Quintín Lame (que al final del nombre llevaba pictogramas) exaltando y dejando presente la identidad de quien organizó y defendió a los indígenas del occidente del país en la lucha por la recuperación de sus tierras.  Estas grandes obras configuran nuestra historia y nos recuerdan que el arte tiene la palabra para denunciar todas las injusticias que continúan ocurriendo en nuestro país.

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