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Así opinan

El poder de la mente

(III parte)

Escrito por Naimara Gutiérrez Parodys @nagupa91 – @ps.naimaragutierrezNagupa91

Todo empezó con pequeñas señales en mi cuerpo, apenas imperceptibles para cualquier razonamiento clínico que indicará que algo grave iba a suceder en meses posteriores. Inicié sintiéndome fatigada, asociando esa sensación a las largas rutinas laborales que tenía, debido a que mi jornada iba de 5 am a 11pm, a veces sin descanso alguno, añadiéndole a lo anterior, el tener que viajar todos los viernes a las 3am para la maestría. Luego, empecé a notar que algunos momentos no toleraba la comida sólida, lo que me hacía vomitar. Por esta razón, en mi dieta predominada el líquido (jugos, pedialyte, gatorade) y así fue como, en unas cuantas semanas había bajado 10 kilos.

Simultáneamente al cambio en la alimentación, en algunas noches, tenía dificultades para dormir, antes y durante el sueño, temblaba y ese temblor era incontrolable. Luego, apareció el llanto fácil, cualquier cosa me hacía llorar por horas, ahí me dije: esto no está bien, pero aun no tenía la fortaleza para contárselo a mi familia. Por otro lado, la ansiedad por separación se hacía campo en mi interior, cómo cada miembro de mi familia me contaba algún problema que habían tenido durante la semana (uno de las vivencias de todo psicólogo, ser el psicólogo familiar) al llegar el momento de partir, rumba a Barranquilla, inicié temiendo en que algo malo le iba a ocurrir a alguno de ellos en mi ausencia. No fue casualidad entonces, que mi primer ataque de pánico ocurriera justo antes de prepararme para el viaje.

Para los que no saben, el ataque de pánico es uno de los trastornos de ansiedad que consiste en la aparición aislada y abrupta de ciertos síntomas que una persona puede relacionar con la posibilidad de estar frente a un infarto. En mi caso, los síntomas que presente fueron: palpitaciones, temblor, sensación de ahogo, opresión en el pecho, vómito y miedo a perder el control o a volverme loca. No obstante, por mi formación académica, yo sabía perfectamente que no era un problema cardiaco, yo era consciente que estaba ante un PANIC ATTACK.

Debo decir que en la teoría era bello, pero en la experiencia es desgarrador, abrumante, aversivo y aterrador. Tener que comprender el padecimiento de un paciente en carne propia es una vivencia enriquecedora en mi hoja de vida, pero fue agotador. A partir de ese momento, todos los síntomas mencionados anteriormente, se incrementaron en su intensidad, frecuencia y magnitud, y el temor empezó a hacerse presente en todas las áreas de mi vida. Se puede decir entonces, que yo era un manojo de miedo y para ilustrar lo anterior, daré algunos ejemplos:

  • Después de ser una persona elocuente, elegía muy bien mis palabras y ante quién las iba a pronunciar, porque le temía al impacto que éstas podían provocar. Si pronunciaba 15 frases al día, estas eran suficientes. A nivel profesional, esto influenció mucho, porque las personas me preguntaban sobre algún concepto y aun sabiendo la respuesta, yo solo callaba.
  • Mi cuarto se convirtió en mi refugio, durando una semana encerrada, ya que ahí no me pasaría nada malo.
  • Mi profesión pasó de ser mi vocación a mi tormento: temía perder la tarjeta profesional, temía terminar en la cárcel judicial o de máxima seguridad (Me creía la peor criminal)
  • Miedo a fracasar, por eso toda tarea que me ponían por pequeña que fuese, yo le encontraba mil problemas y nunca le entregaba.
  • Miedo a no ser capaz de terminar mi Maestría por el temor paralizante de escribir mi tesis

Razón tenía Giacomo Leopardi al decir “No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo”, porque fui prisionera de él y destruyó todo aquello que me impulsaba hacía adelante, me alejó de mi seres queridos, me desvío del camino y le robó horas a mi tiempo. Sin embargo, su poder llegó hasta donde yo se lo permití y su autoridad finalizó el día que me decidí a enfrentarlo. Él era mi gigante y yo una pequeña, su derrota la logré con cuatro piedras en mi mano: Dios, mi familia, mis amigos y sobre todas las cosas, mi voluntad.

Esta historia continuará, coméntala y compártela, alguien puede estar pasando por algo similar y puede servirle. A esa persona, le digo: Cuentas Conmigo

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