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Cirirí Del Jirafo

El reparto de Camilo

Escrito por Alberto Muñoz Peñaloza

Cuando Gabriel García Márquez manifestó que “Cien años de soledad”, podía ser leída como como un vallenato de 450 páginas, expresaba gratitud, y reconocimiento, al ritmo usado por su abuela para contar historias cotidianas, “el cual era, en el fondo, el mismo empleado por los juglares vallenatos para narrar sus canciones. Creo que mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias, creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Me llamaba la atención, sobre todo, la forma como ellos contaban, como se relataba un hecho, una historia… con mucha naturalidad”. En la lista de composiciones vallenatas, cuyos temas son afines al universo narrativo garciamarquiano, del reconocido profesor universitario y crítico literario Ariel Castillo, figuran: el fenómeno, calabacito alumbrador, los doctores, de Calixto Ochoa; el general Dangond, la custodia de Badillo, el pirata del Loperena, de Rafael Escalona; la peste, de Guillermo Buitrago; Francisco el hombre, de Luis Enrique Martínez; la diosa coronada, de Leandro Diaz, y la casa ronera, de Camilo Namen Rapalino.

 

Una noche, en la caseta internacional Broadway, que don Víctor Cohen Salazar, convirtió en el centro de relaciones cívicas de Valledupar, el rebelde del acordeón, Alfredo Gutierrez, interpretó por primera vez -antes de llevarla al disco hace 47 años- el bello canto de Camilo: Voy a hacer una casae material, y en el patio una terraza ronera, con asientos de cuero la voy amoblar, que aguante el movimiento de la gente parrandera; un aparato raro también voy a inventar, en la puerta de la casa que quede de primera, el que no sea invitado que no le deje entrar, y aquel que esté borracho que lo eche para afuera: también voy a hacer un robot, pa’ que me haga los mandao’, que salga corriendo cuando se acabe el ron, y que me traiga el hielo bien picao’. En este tiempo la cosa se ve sencilla pero la imaginación del compositor, brilló con luz propia y, ‘patentó’ lo que soñó: A Tokio la ciudad japonesa, un arquitecto voy a mandá llamar, que me haga la casa que se meza, y baile cuando yo quiera bailar; Voy a inventar una máquina bien buena, que allá en mi casa no debe de faltar, el que hable plebedades le tiemple la lengua, y aquel que esté gorreando lo levante a trompá.

En 1972, Camilo Namén, ganó el concurso de la canción inédita, en el marco del V Festival de la Leyenda Vallenata, con “recordando mi niñez”, un tour costumbrista por su niñez y la vida,  en Chimichagua: …Cuando estuve pequeño me metí a pescador, montando una canoa tirando canalete, y ahora que estoy grande me he pescado un dolor, que vivo seguro que me ve va’ causar la muerte…

 

Camilo, le cantó a su padre fallecido, eternizando la despedida en el imaginario colectivo, mediante versos henchidos de sentimiento, con la fuerza moral del reconocimiento a la mejor herencia recibida: principios, valores morales y ejemplos de grandeza humana: …se enlutó el corazón y vino la tristeza, y una viuda llorando de luto me dijo, de recuerdo grandioso dejó su nobleza, y la lucha perenne de educá sus hijos; mi padre fue mi gran amigo, mi padre fue mi amigo fiel, mi padre s jugaba conmigo, y yo me jugaba con él…

 

A su tierra, el hijo mayor del viejo Pepo y la vieja Concha, le dedicó la recia mansedumbre de sus versos: Con sentimientos que me salen del alma, en una forma humana que demuestra querer, vengo a cantarle a mi tierra Chimichagua, esa tierra sagrada que a mí me vio nacer, por dentro siento que mi tierra me llama, y mis ojos reflejan su bello amanecer… Otro día le cantó para siempre, en el ímpetu interpretativo de Poncho y Emiliano, al estandarte natural avistable desde la piragua de Guillermo Cubillos, como de

cualquier cayuco, chalupa o lancha: …lo que si me dió sentimiento, y con sentimiento lloré, fue que se cayó la ceiba’el puerto, la que fue  testigo de hace tiempo, de las travesuras de mi niñez… Siguió cantándole al amor, a las penas y de manera tozuda a la quiebra, al fracaso, al derrumbe, en ocasiones con jocosidad.

 

Los connotados compositores Roberto Calderón Cujia: Camilo es como un hermano, por su modo de ser, representa la gran amistad; y Rafael Manjarrez Mendoza: Camilo es un hombre de unas condiciones excepcionales, filosofa cuando habla con uno y uno aprende de él, nos enseña el camino de las buenas costumbres, de la solidaridad, definen a Camilo, a quien se le quiere y destaca, más que por el legado de su obra vastísima, por sus condiciones de buen amigo.

Camilo, como el cañaguate, vuelve a florecer porque, ¡Dios es justo!

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