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Así opinan

En mi pueblo pasaban cosas

Escrito por Enrique De Luque Palencia

En mi pueblo pasaban cosas que hoy desde los recuerdos vengo a relatarte, para ello, me acojo a lo descrito en una cumbia por un poeta, lo describía, como el terruño que no tiene mar, pero si un río: El Magdalena que en noche de luna llena se besa con el rio Cesar, sumado al olor a piñas, almojábanas y pescados.

Con luz eléctrica por sectores, en las noches salía la llorona loca, los niños se acostaban temprano para no escuchar el lamento, levantarse con los cantos de los gallos y los pregones de las salteñas; sentarse en los andenes, ver barrer las puertas de las casas en las  calles, comer almojábanas, atisbar  el desfile de mujeres y hombres para misa después del tercer repicar de campanas, otros con canastos guindados en el antebrazo se dirigían al mercado a proveerse para producir los alimentos del día: desayuno, almuerzo y cena, tres raciones alimenticias  con menú diferentes, si de creatividad se trata, sí que lo eran las amas de casa de esas épocas.

El respeto hacia los mayores era de manera estructural, los buenos modales, los adioses y buenos días, con todo el que pasara por el frente. Sin permiso no se podía salir, te podías encontrar con un espanto por desobediente, la madre monte se lleva a los niños, la monja sin cabeza andaba al acecho o el caballo de tres patas, sin olvidar los tres cirios flotantes, relatos infaltables en las noches sin luz.

Con gripa no te podías motilar, la tijera es fría, afirmaban las abuelas, seguro que te aprietas más, si te inyectas no te bañes, el tétano te puede picar, en los paseos a las ciénagas o ríos, después del sancocho trifásico no te podías mojar, una congestión se avecina con toda seguridad, si un entierro pasaba por el frente de la casa los gritos no se hacían esperar, revisen los cuartos quien está acostado haciendo la siesta, que se levante, o sino el difunto se lo puede llevar. Si tenías fiebres, te arropaban de pies a cabeza para sudarla y en las primas noches a las calles no te podías asomar, porque el sereno te embromaba más.

Los juegos en las noches había que saberlos dosificar, si abusas de ellos cuando te acostabas, seguro los podías escuchar; advertencias de las madres, sugestiones para los infantes, que muchos en sus pesadillas alcanzaron a interpretar

De los pantalones cortos de los niños a los largos de la pubertad, anuncio de una nueva etapa, en todo un hombrecito te habías convertido ya así que, a estudiar y trabajar, cuando era posible, sino solo a laborar.

Elevar papagayo en agosto sin mandar mensaje, era como jugar trompo sin sacar ñesca o esquiñar una bolita de uñita con un tirito barranquillero; todas las actividades tenían sus propios retos y por supuesto sus más reconocidos actores.

Los jugos california, las manzanas rojas o verdes, las peras eran exclusividad de las visitas a los enfermos. Para el común por temporadas las naranjas en el parque o el cine, con sus papuches como elemento de diversión, los mangos refrescados en totumas y las tamacas como chicles criollos.

¡Dios! cómo ha evolucionado mi pueblo, que esto solo vive en mis recuerdos, sepultados en calles de cementos y caminar de la gente sin reconocimientos.

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