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Así opinan

La limpia más larga del mundo

Escrito por Enrique De Luque Palencia

Las carencias en los hogares es fácil ocultarla con el ingenio de los padres. Soy testimonio de ello; en la inocencia de mi niñez, en mi pueblo – El Banco Magdalena- no me falto nada, lo tenía todo y disfrutaba de todo.

Mis padres Alberto Antonio y María Yolanda, dos seres humanos con una creatividad inagotable, todo lo presentaban de tal forma que se percibía como abundante, una irrealidad convertida en realidad, gracias al ingenio de mis papas.

Somos seis hermanos, tres hombres, tres mujeres, así que mis padres incluyéndose ellos, todo lo repartían de la siguiente manera: esto es para los hombres, aquellos para las mujeres, así que en la casa siempre había, balones para hacer deportes, repartidos por géneros, los juguetes de igual manera, aprendimos entonces a compartirlo todo y a jugar al revoluto en los repartos.

En ese orden llegaron las bicicletas una azul monark croos para los hombres y una amarilla mona reta para las mujeres, felicidad absoluta en la casa ya los hombres sabíamos montar cicla, aprendimos alquilándolas,  donde Polanco y manejando  entre el caballete mi papá nos llevó a la plaza roja para enseñarnos a montar, el asombro fue total cuando se enteró que éramos todos unos expertos, se dedicó entonces a enseñar a las niñas y  mi mamá a recordar, tenía años que no manejaba cicla.

La estrategia del reparto de hombres y mujeres en la casa falló, cuando llegaron los primeros patines, mi hermano mayor tomo el patín izquierdo, yo el derecho, así que fuimos los únicos que salíamos por todo el hpueblo a pasear con un solo patín.

Mi papà dijo

  • Se corre menos riesgo patinando de esa manera, hijos

Mi mamá cerro el tema afirmando:

  • Ustedes marcan la diferencia, se ven muy bien, son los mejores-

a mis 55 años sigo pensando que ellos tenían razón.

El tema no son lo patines, sino las bicicletas, el menor de mis hermanos el cabelloncito, llego con un embeleco, una idea bacanisima, quitarles los frenos a las bicicletas para frenar metiendo el pie a la llanta trasera, eso permitía que girara de manera fuerte y dejara pintada la llanta en el pavimento; decía

  • Nos vamos a ver como los chachos –

Sin más, herramientas en las manos y frenos afuera

¡Hey!  dijo el genio

  • déjenle las manijas para que mi papá no se las pille-.

Todo era alegría, piruetas en las frenadas, hasta que ese domingo invitaron a mi mamá a un sancocho trifásico.

Muy oronda vestida de camiseta blanca, bermuda azul, se montó en su bicicleta, la amarilla y partió, el recorrido por toda la calle quinta derecho hasta la esquina del colegio de la señora Bertha Vargas, ahí el giro era a la derecha, una bajada que la llevaría a la casa de Laura, en donde ya estaban varias profesoras sentadas en la puerta de la calle.

Como es natural la bicicleta tomo velocidad en la pendiente, cundo mi mama acciono las manijas para frenar la amarilla no respondió, no tuvo otra, que intentar frenar con las rodillas paso de largo por el frente de la casa de Laura con una mano agarrada al manubrio y con la otra haciendo señales de auxilio, no la entendieron. Laura atino a decir –bueno Mayito ya esta vieja para estar haciendo este tipo de maniobras. No le veo la gracia.

El resultado, dos peladuras en cada rodilla, gritos, ay Dios mío sé   contra mató, lagrimas, agua de azúcar para el susto, el llamado a mi papá para ver que paso, no tardó mucho en descubrir que fueron los hombres que le habían quitado los frenos a la cicla de las mujeres

Entonces el llamado por los nombres completos no se hizo esperar Alberto José, Enrique Antonio y Jaime Eduardo, el cinturón salió disparado de la pretina del pantalón de un solo tirón y la limpia llego sin afan, duro lo que demoro en sanar las peladuras de mi mama cada vez que mi papá veía las heridas de mi mamá, nos llamaba nos daba otro pencazo para que no lo volviéramos hacer más nunca.

Esa es la limpia más larga del mundo

 

 

 

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