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La llorona no estaba loca

Por Yarime Lobo Baute

 

El Sol provee día a día su maravillosa luz que al contacto con la Tierra genera en su fusión un poderoso resplandecer y florecer de vida y abundancia, conexión que genera frutos que se visten de flora, andan como fauna a lo largo y ancho de esta nave planetaria esférica. Un ciclo de continuo que gira que gira, rueda que rueda en rotativo y transversal haciéndose día y volviéndose noche, trayendo la luz y arropando en las noches con un cielo oscuro plagado de estrellas

 

En la Comarca de Macondo, en uno de los costados de la pirámide natural bautizada Sierra Nevada y adjudicada con el “de” a una Santa, hay un costado que llaman Cesar, nombre que equivale a un sustantivo que proviene de los ancestros chimila Zazare, que significa, mansedumbre, tranquilidad, sosiego; así bautizaron nuestros aborigenes al majestuoso río, que les proporcionaba en su momento transporte y alimentos en su recorrido desde la Sierra Nevada hasta El Banco, Magdalena.

 

El panorama ha cambiado mucho a tiempo presente, hoy aquel río manso, tranquilo y sosegado sigue siendo un medio de transporte, pero ya no es vida lo que transporta, en su reemplazo corren cuerpos sin vida de la fauna, desechos y despojos de las transformaciones y explotaciones inmisericorde que hacen con la flora, la pobredumbre del ser humano inconsciente dirige la danza mortuoria que día a día, noche a noche conduce al cadalso el uso y el abuso que se suele hacer con la poderosa y mágica provisión que de forma constante nos brinda los amores del sol con la tierra.

 

Hay gemidos que llevan eternidades en el contador de las manecillas del tiempo, llantos, crujir de dientes, vidas que se prenden y apagan violentamente, un espectáculo dantesco que no sólo ocurre en este río, ocurre en todos los ríos que corren de manera vertical y transversal por ese territorio de figura alargada y heterogénea en sus culturas, que en Otrora estuvo llena de verdes, abrazada por valles y montañas dónde nacen y circulan esos maravillosos ríos que fluyen por arriba y por abajo como torrentes sanguineos que llevan vida, oxigenan y revitalizan a su paso todo lo que bañan con sus aguas claras, dando fuerzas y aliento para continuar.

 

Se escuchan cuentos, también llantos y a lo lejos la muchedumbre gritándole sin piedad a la esencia de la Madre con rostro de Mujer: ¡Está loca! ¡Está loca! La Llorona está loca! Ella no lo puede creer y su rostro se hace espanto, ella corre por aquí y corre por allá, su cuerpo se hace fosas, en ellas arrojan a sus hijitos muertos, que aunque se quisiera nunca se podrán contar así.

 

Su vientre es socavado de día, triturado de noche, en una violación de continuo que desangra la savia que nutre sus entrañas, ni llorar puede, porque si llora le dicen loca, en un mundo donde expresar las emociones está prohibido, la Madre calla y contiene un diluvio de pesares, su cuerpo es el manifiesto del uso y el abuso, se seca su ser… Lo que en Otrora era su torrente de oxígeno y vida de apariencia cristalina, ahora es un puré viscoso que se mueve como serpiente, lento y denso, otras veces con furia arrastrando el sedimento de aquellos seres sin Alma vestidos de dueños y patronos que de día y noche hacen llorar a la Madre con sus vejamenes y perversión propia de la lujuria, gula y avaricia.

 

El sol observa, en su poderosa esencia Om-nisciente, Omnipresente y Om-nipotente observa el carnaval de matices negros y blancos, piezas etiquetadas de bien y otras del mal en el tablero de ajedrez, unas a la izquierda, otras a la derecha y viceversa en su vertiginosa carrera de poder, el poder de continuar violando a la Madre y usando como carne de cañón a sus hijos en ese negocio cíclico que factura a favor de un puñado y se cimenta en la máxima maquiavélica de dividir para reinar, de mentir y mentir hasta que se crea es una verdad.

 

La luz del sol todo lo revela, el llanto acumulado gota a gota con los calores y el sofoco se evaporaron a los cielos, cargando de pesares y dolores sus nubes, el peso del acumulado se hizo insostenible y aquellos llantos reprimidos de esa madre que no quiere seguir siendo tratada como loca no se hicieron esperar… Las nubes soltaron lo que ya no podían seguir llevando a cuestas: El llanto de la madre llegó a los cielos y bajo la mirada triste de su amante sol se precipitó sobre esa esfera planetaria flagelada y moribunda, ese cuerpo femenino instrumentalizado, ese al que suelen decirle Pachamama, otros Madre, otros Tierra, esa, esa nave planetaria en la que vamos todos está llorando… Y sepase en toda la Comarca de Macondo que LA LLORONA NUNCA HA ESTADO LOCA!!!

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