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Macondo Naranja

La Magia de la Primera Bibliotecaria

Escrito por Yarime Lobo Baute @YarimeLobo

“Ella (Meche Romero) fue la primera mujer que, allá (Valledupar), escribió en un periódico, y su vinculación a esta casa de “El Espectador” la hizo sentir siempre orgullosa y satisfecha. Ella fue quien desbrozó el camino de la superación femenina y quien primero emuló con los hombres en el campo intelectual. Y fue la primera en muchas otras cosas…”

Consuelo Araujo Noguera

Hoy 23 de Abril, se celebra el Día del Libro
Imposible no pensar en los editores, libreros, maestros, escritores y bibliotecarios, la fecha conjuga en mis recuerdos la Magia de dos grandes mujeres, la primera que se me viene es aquella mujer que propios y extraños apodaron “La Cacica” una vez escribió algo que hoy toma fuerza: “Nadie que conozca a fondo la verdadera historia de Valledupar puede desligar su presencia y participación, de todas esas cosas buenas, malas, gratas y dolorosas con que se va formando la vida y alma de los pueblos” ¿Quién osaría negar el aporte de la Mujer a la vida y alma de este pueblo?

Crecí en este territorio que se fue esculpiendo en mi memoria a través de los cuentos e historias que solía contarme mi madre Elizabeth, su voz era el equivalente a un cincel que me fue tallando en mis primeros años los contrastes de la Gracia y la Desgracia. Exaltaba mi madre el papel de las mujeres en cada uno de sus cuentos, en especial dos marcaron mi niñez: Aquella Mujer cuyo nombre evocaba esa Virginal Madre llena de gracia de nombre compuesto que sonaba rimbombante al mezclarlo con su apellido: María Concepción Loperena, mujer que halló gracia en la desgracia que se incurre cuando osas romper los paradigmas y condicionamientos de los sistemas que la costumbre vuelve ley, ella sencillamente los rompió todos y su irreverencia le trajo penurias pero la gracia de una Libertad que tocó y transformó la vida de todo un pueblo, así hoy algunos eruditos quieran hacer creer que su aporte no fue tal y pretendan borrarla de un plumazo letal, lo que equivaldría a un sacrilegio y una desgracia por partida doble: La renuncia en vida a sus comodidades y privilegios materiales a favor del espíritu libertario de todo un pueblo, más la borrada infame de la historia cual burdo brochazo al mejor estilo del pintor de brocha gorda por no tener parentela viva que defienda su legado a la vida y alma de este pueblo. ¡Eso sería una infamia sin ninguna gracia!

Mi madre también apelaba al ejemplo de otra mujer cuando de exhortarme se trataba, me citaba como amenaza que alternaba con cantos que en caso de no obedecer bien podría correr con la suerte de Rosario, aquella muchacha irreverente y contestataria que prefirió irse a bañar al rio frio desestimando la amenaza que de hacerlo en sirena se podría convertir y más si lo hacía en los tiempos de sofocos, teloneros de la llegada de la Semana que apellidan Santa. La gracia que le producían esos baños pronto se hicieron su desgracia pero también contar con la gracia de vivir y permanecer de manera perenne con vida y alma inmortal en la historia de este pueblo.

No pude evitar pensar en esa edificación destinada a impartir conocimiento que se levanta irreverente al lado de la Calle Grande, esa que apodan “Alma mater del Cesar” y que lleva el nombre de aquella que apodan “La Loperena”, imposible entrar allí y no ver de primerazo aquel espacio que al igual que el río frío es una invitación a zambullirte en esas aguas que custodia la que apodan “La Sirena”, pero en este caso son letras custodiadas en el silencio propio de las almas por una mujer a la que de cariño apodaron “Meche Romero”. Se siente Meche con los ojos del alma, pero Meche Romero no se ve porque el templo en que moraba su espíritu se apagó, pero su espíritu sigue allí revoloteando en el espacio, fluye como agua y da vida a esas letras que se resguardan en esos estantes que bautizan “Biblioteca”. Allí está Meche Romero, su primera custodia, la primera bibliotecaria cuyo espíritu te toca porque se resiste a partir a la tierra del olvido, no cesa de llamear en su alma la pasión que la hizo estar ahí: Cultivar. Sembrar el interés por las cosas de la inteligencia y del espíritu en una sociedad netamente pastoril. Hay que ver con los ojos del alma para poder sentir más allá del espacio y tiempo trasladándote así a la década de los treinta para hallarte con la Meche Romero de sus años primaverales cuando fuese elegida para recibir con un discurso de bienvenida al Vicario Apostólico de la Guajira, quien terminara siendo Obispo de Valledupar y acogido como propio por los vallenatos que exaltaron su memoria bautizando un barrio con su nombre legendario: Vicente Roig Villalba.

Meche ya pintaba lo que sería: Una mujer inteligente, con una facilidad para la expresión escrita y oral. Una innovadora, que a mediados de la década de los treinta en la tierra que dicen que es del Santo Juan y pertenece al Cesar la mayor revolución pedagógica, siendo ella la primera maestra de 18 años de edad cuando las maestras solían ser mayores de 70, quien con la osadía propia de las flores que crecen en suelo guajiro rompiera de tajo la metodología que se impartiera en aquel plantel educativo.

¿Cómo saber más de Meche Romero? Para saberlo toca llenarse de gracia, cerrar los ojos y dejarse llevar por esa corriente de agua compuesta por letras, por su belleza que inspira como el agua cristalina que corre por el Cesar, adentrarte en sus profundidades para navegar por la Calle Grande rumbo a la Plaza, detenerte en un hotel que exalta con su nombre la Leyenda del Sicarare y recordar que en la otra esquina hubo una linda casa perteneciente a un patriarca llamado Eloy Enrique, allí vivió ella: Meche Romero, lugar en el que dio vida a cuatro agraciados que llevan en sus adentros y afueras el espíritu de aquella Sanjuanera del Cesar a la que la costumbre de su pueblo de entregar el corazón la trajera a vivir en Valledupar.

En un abrir y cerrar de ojos me fui en el tiempo y me vi allí, en ese espacio compuesto por un inmenso estante lleno de libros al que sus cuatro agraciados se prendaban cual si fueran hoy a navegar por la internet. Sofía, Carlos Enrique, Eloy Orlando y Rodolfo, cada uno a su manera y parecer bebieron el conocimiento contenido en esa estantería preciada a la que Meche con paciencia fue nutriendo de libros día tras día alternándolo con su multiplicidad de roles en el hogar, siendo la ayuda idónea de su esposo, afrontando después la soledad de su viudez, abordando con grandeza y valentía emprendimientos que le permitieran sostener y aumentar el patrimonio de su esposo manteniendo así la unidad familiar por encima de los contratiempos y sin sabores inherentes a su estado.

Meche Romero era de tez trigueña como la arena de mi provincia.
Solía hacer coplas, versos, algunos de los cuales terminaron siendo el primer y único himno que han tenido las Damas Voluntarias de tonos rosa, el cual seguramente cantarán por toda la vida.

Meche amaba la Cultura, fue la primera mujer directora de la Casa de la Cultura y en su paso dio paso a la apertura de la Escuela de Teatro, el Museo Antropológico, entre otros. No cesaba Meche de ser la primera, la primera en impartir clases de Historia, Castellano y Literatura tanto en un colegio público como en aquel privado, Liceo Cervantes, que perteneciera a un hombre llamado Dagoberto Fuentes Zuleta, quien viera en ella la grandeza en empaque de mujer, pudo transferir así todo ese aprendizaje acumulado que se veía reflejado en su carácter de ser la primera, la primera mujer que hizo del protocolo un estilo de vida, la primera mujer que hizo de la gastronomía acostumbrada (carne salá y bocachico frito) toda una amalgama de sabores y estilos mediterráneos, aprendidos en su querida Riohacha, que eran degustados y apreciados por todo aquel que tenía el privilegio de ser invitado a su mesa. Fue Meche la primera que evidenció el papel de la Mujer como una institución, la que se cargaba a cuestas todos los eventos que marcaron la vida y alma de este pueblo que la adoptó como suya, todo lo material e intelectual pendía de ella, como por ejemplo: los discursos que preparaba a esos hombres que luego pronunciaban con orgullo y altivez desconociendo el oyente que tras de esas palabras se hallaba impresa el alma y la visión de una gran mujer a la que apodaban Meche Romero.

Meche no era una mujer conforme, las aguas de su espíritu se batían en una constante llevándola a estar más allá de las orillas y ser así la primera mujer en liderar en Valledupar la campaña sufragista, para que las mujeres votaran por primera vez en el Plebiscito de finales de la década del cincuenta (1957).

No conocí en persona a Meche Romero, era muy niña cuando partió pero la he visto repartida en su parentela a partir de lo que una vez dijera de ella la mujer que apodaron La Cacica: “Esta es la imagen más nítida que de ella tengo: su valor, su entereza, su energía inacabable, ese gesto altanero y despectivo ante las bajezas, esa postura altiva e intransigente que mantiene en todo lo que no esté acorde a su concepción grande de la vida y de los seres, su fervor por el partido Liberal, su fortaleza de madre, de esposa, de amiga, de mujer valiente… Que luchó con la vida y solo fue doblegada con la muerte”.

Estando ya muy enferma y a 40 días antes de su deceso, escribió y pronunció en la Plaza Alfonso López el discurso de despedida en el sepelio del “Obispo Bueno”, Monseñor Roy Villaba sin saber que pronto ella también partiría.

Suspiro profundo, abro y cierro mis ojos esta vez para hallarme nuevamente frente a ese estante de libros que fuera el tesoro más preciado de Meche, es el mismo, solo que ahora reposa en otro lado del tiempo presente, está en la casa de uno de sus agraciados y tiene como apodo “Biblioteca Nelson Mandela”, de esos libros alineados sale como magia un par que revelan la creencia espiritual que sostuvo a Meche Romero, son los libros de Bautizo y Comunión de aquel moreno agraciado al que llamaron Carlos Enrique, su hijo más querido. Me detengo en una hoja escrita con su puño y letra un mes de Junio de 1960 que dice en uno de sus apartes: “Sea este dulce recuerdo la ligadura indestructible a la Santa Doctrina de Cristo verdadera fuente de sabiduría y rectitud que lo libren de contaminarse con las absurdas filosofías materialistas que a paso agigantado tratan de dominar el mundo” Mercedes Romero de Quintero. Los ojos de ese hombre aguerrido al que Meche llamó Carlos Enrique se enternecieron y brillaron tal vez por los recuerdos o tal vez por la grandeza de esas palabras que traspasan todas las creencias cuando provienen de una mujer que se lo dio todo y hoy ya no está con él. Vi la gracia de su madre en él, como la he visto en sus otros hijos, percibí también como aquel agraciado letrado llena de gracia con su voz altisonante a todas las mujeres con que se cruza, probablemente pretendiendo descubrir en cada mujer la grandeza de aquella que lo pario y apodaron Meche Romero.

Ya se acercaba la noche y el patio apodado “Playa Girón” que se halla contiguo a la sala donde reposa la Biblioteca refrescaba el ambiente con agua vaporizada extraída del rio frio que mejor conocemos como Guatapurí. Se sentía en la piel ese esparcir de partículas con aroma a letras que contagiaban el espacio de nostalgias y añoranzas, se sentía en el ambiente esa gracia de Mercedes, revoloteando con esa vida propia de las almas grandes que se resisten a ir a parar a esa tierra del olvido.

Que se sienta cual vapor de agua que refresca en cada ambiente de Valledupar la vida, paso y obra de una gran mujer a la que apodaron Meche Romero, quien siendo fiel a las costumbres sanjuaneras entrego a estas tierras su alma, vida y corazón.

11 comentarios

  1. La inteligencia surge de la comprensión de toda la consciencia del ser humano, de uno mismo y no de un segmento que esté separado de uno. El estudio y la comprensión del movimiento de nuestra propia mente y corazón dan vida a esa inteligencia.

  2. Bella forma de expresar tanto legado y participación incidente de la mujer en su territorio. Gracias Yarime por compartir. Mi completa admiración por llegar al alma con tus palabras. Sororamente:
    Lilian Yolanda López Rodriguez.

  3. Excelente relato a una gran mujer que fue mi vecina y cuando niña me llevaba a su biblioteca con tanto cariño que hoy trajiste a mis recuerdos y sin cerrar mis ojos volví a vivir. Felicitaciones Yari me encantó 🤗

  4. Escribes muy lindo y como yo si conocí a Tía Meche , tu escrito me llegó al alma ! La describes con tanto detalle y de modo tan certero como si la convivencia hubiera sido la fuente. Es una pieza literaria con estructura lógica. Te felicito de corazón y aprovecha ese, cada vez más escaso y admirado don , para seguir escribiendo!! Lástima que su tamaño no permita publicarlo en el Pilón .

  5. Tu escribes bonito, escribes bien, has hecho un homenaje a la mamá de los Quintero Romero precioso, yo no conocía a esta mujer, no conocía su historia, sólo conocía de ella que era una mujer inteligente, que era bonita, no conocía más y me ha sorprendido mucho conocer de ella y conocer su historia.

  6. Hermoso escrito. Uun merecido homenaje para esa inteligente y gran mujer que fue la Sra Mercedes. Orgullo de las mujeres de nuestra región. Inspiración para los que tuvimos la fortuna de conocerla

  7. Que hermosa forma de exaltar la labor y la templanza de la mujer del bello Valledupar, no es de extrañar que el fruto de esta tierra sean tantos compositores y poetas .

  8. “Que se sienta cual vapor de agua que refresca en cada ambiente de Valledupar la vida, paso y obra de una gran mujer a la que apodaron Meche Romero, quien siendo fiel a las costumbres sanjuaneras entrego a estas tierras su alma, vida y corazón”.

    Gracias Yarime, es tiempo de que publiques un libro donde nos podamos deleitar con tus letras y tú particular manera de narrar en colores ese mundo ancestral que todos llevamos dentro.

¿Y tú, qué opinas? Comenta

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