Download WordPress Themes, Happy Birthday Wishes
Cuéntanos de

Diciembre

Escrito por Alberto Muñoz

Ese pueblo, llamado Valledupar, siempre fue de menos a  más. En aquellos tiempos, hace cincuenta años, la misa de gallo, a la media noche del 24 de diciembre, rememoraba el nacimiento de Jesus. Habiéndose cumplido los dos primeros como capital del Departamento del Cesar, las costumbres seguían enmarcadas en la tradición.

El primer amanecer, después de noviembre, constituía un cambio de frente en el estado anímico, parecía como si la alegría se tomaba los espacios y arreciaban los preparativos para el alistamiento personal, de la cada y de la ‘cocina’.

Ir al monte a seleccionar un árbol, pequeño o mediano, para luego del envoltorio de algodón, instalarle adornos, aquellas bolas de colores y las instalaciones eléctricas primigenias. Como se dependía del combustible procedente de Barranquilla para el funcionamiento de las viejas plantas, en varias ocasiones la oscuridad reinó en parte de la festividad.

En el callejón de Pedro Rizo, conector vial de la avenida Pecastro con las carreras quinta y sexta de la época, hoy día de la séptima con la octava, reinaba el inolvidable Cachaquito Perez, precursor del uso de la pólvora con responsabilidad: traquitraquis, totes, volcanes, piedras canilleras, voladores, luces de bengalas, pero el puesto de venta al detal se ubicaba en los bajos de la botica central, al lado del supermercado del fonsequero querido, Fermín Medina. Era posible, arrimar a cinco esquinas en busca de aire fresco, bajar hasta el teatro san jorge, degustar un pastelitos y el auténtico guarapo frescola, del gran Rodri.

La novena en el radio teatro de Radio Guatapuri, era un espacio de encuentro, como se producía en cada una de las pocas parroquias católicas en  la comarca. El ambiente, a lo largo del mes, era festivo, la primera medición de arraigo popular ocurría el 7 de diciembre, por la madrugada en las casas se ponían las velitas, un rito tradicional ligada a la fe cristiana, a la devoción a María Madre. Poco a poco se afianzó la práctica, que permanece en el tiempo, hoy día, más como motivo festivo y práctica cultural.

Diciembre alegre

Desde la víspera algunas radiolas, como la de la vieja Evaristo Lopesierra, sonaban “Festival en Guararé”, cantares de Navidad y el seis chorreao. Pero el primer día del mes “brisas de diciembre” con la orquesta de Rufo Garrido, era la preferida. El escorpión y otras más con Ariza y su Combo. Algunas de Guillermo Buitrago, como el ron de vinola, compae Eliodoro y otras tantas. La víspera de Año Nuevo, el legendario canto de Tobías Enrique Pumarejo, conserva su integridad en la predilección de la mayoría, no solo en la región sino en en la territorialidad nacional.

La música en diciembre tiene vuelo propio. El repertorio es extenso en la música vallenata, menos que a nivel orquestal, pero con lo que se cuenta es maravillosos. Durante los últimos cincuenta años se avanzó, pese a que las más tradicionales como, faltan cinco pa’ las doce, de Aníbal Velásquez; la víspera de año nuevo; arbolito de Navidad; el hijo ausente; seis chorreao; el año viejo.

La musicalidad decembrina constituye un valor agregado al amplísimo patrimonio cultural inmaterial. En 1972, los Hermanos Lopez con Jorge Oñate como cantante, en ese primer trabajo discográfico que -como paradoja feliz se llamó “lo ultimo en vallenatos”- marcó el inicio de la gran época de nuestra música tradicional, se incluyó un tema que hace historia día por día, del compositor ‘pacífico’, Emiro Zuleta, “diciembre alegre”, “Diciembre alegre te tornaste triste, sé que en mi vida no vuelves a ser, en otros tiempos diciembre triste, a mi alma viste llena de placer; los días e’ diciembre son los más fugaces, qué hay entre todos los meses del año, cuando uno menos piensa te marchaste, y llega enero con su cruel verano; diciembre alegre te fuiste, diciembre alegre vendrás, y de aguinaldo solo me diste, ¡Bello diciembre!, un poco e’ cosas para recordar”.

Del poeta de Villanueva, Rosendo Romero, dos hermosas canciones con ‘espíritu decembrino’ llegaron al disco y se quedaron para siempre: Navidad, con el Binomio de Oro -Rafael e Israel-, y mensaje de navidad, en la voz del Cacique de La Junta y el consagrado Nicolás Elias. Y faltan datos ‘de otras poblaciones’. Cantar, divertirse, bailar, conversar, emocionarse, echar una lloraita, siempre en diciembre.

La buena mesa

Los cantos alusivos en grado sumo a la Navidad, en la bella música puertorriqueña, se ocupan de la culinaria decembrina. En el seis chorriao, de Richi Rey y Bobby Cruz, la pintan desde el comienzo: “Ay lelolaylelolea, cuando llegue noche buena, me voy pa’ casa e’ Ramón a comer arroz con dulce, y el rabito del lechón, y pasteles bien picantes, como los cocina flor, mucho turrón alicante y un buen palito de ron…”.

Hoy día, cuando el hambre se enseñorea en hogares y en personas que, por una u otra razón, a pesar de distintas formas de asistencialismo, pasan largas horas, días y temporadas sin comer, contrasta esa triste situación con algunas formas de opulencia, despilfarro, o cuando menos de desigualdad creciente. No obstante, diciembre sin la buena mesa no sabe a nada. Por eso una de las comprobaciones de la tangibilidad que emociona, del mes más alegre del año, es la buena comida.

En los viejos tiempos, el pavo relleno, pasteles y tamales, las gallinas rellenas, pernil de cerdo, carnero horneado o guisado, la chicharronada, encabezaban el catálogo. En la casa de Cristóbal, el 24 de diciembre, fogateaban un señor sancocho de costilla y el 31, el turno era para el cerdo, en sancocho, sin confusiones.

Ahora hay libertad plena. Hace un par de años encontré a una familia pequeña, reunidos alrededor de una salchipapa descomunal a menos de una hora del año nuevo. Les dieron las cinco de la mañana, dandole muela, hasta que el menor se separó del orgullo y la vanidad. Sin pensarlo dos veces, dijo ay ayayay. Los demás se unieron al coro y antes del nuevo canto del gallo, cada uno se encontraba instalado en cama, media caña, con  bolsa de dextrosa en acción. El tres de enero salieron de la clínica sin recordar sus propósitos para el nuevo año.

La clave reside en el amor. Perdonar, reconciliarse, amar, bailar y comer. Regálese buenos propósitos, regale obras con amor y deléitese en lo que más prefiere con lo que más le guste. Hagamos de diciembre un baile subliminal, bailemos dentro o afuera, como en la fiesta animalandia de Calixto Ochoa. Atice el fogón y que venga un 2020 con mejores resultados, logros y conquistas, que el que despedimos.

¿Y tú, qué opinas? Comenta

Close