El Paso rinde homenaje a Alejo Durán

El Paso, municipio ubicado a 138 kilómetros de Valledupar está de fiesta. Durante dos días conmemorará el centenario del natalicio del maestro Gilberto Alejandro Durán Díaz, el negro grande del acordeón. Y es que este juglar, compositor y acordeonero sigue siendo, para muchos, el máximo intérprete del folclor vallenato de todos los tiempos.

Las actividades de celebración que inician en la madrugada del viernes 8 de febrero con una alborada, visita a la casa museo y recorrido por la localidad, forma parte del desarrollo a la Ley 1860 de 2017 aprobada por el Congreso de la República para exaltar la memoria del hijo de El Paso, Cesar, declarando el año 2019 como “El año conmemorativo a la vida y obra del maestro Alejandro Durán”.

La ministra de Cultura, Carmén Vasquez Camacho, estaré presente en El Paso, participará del conversatorio sobre la Vida y Obra de Alejo Durán, liderado por Ciro Quiroz, Rafael Oñate, Tomás Darío Gutiérrez y Fernando Bordeth. Luego se entregarán reconocimientos a varias personalidades, entre ellas a Carlos Vives, por su apoyo a la música del hijo de El Paso, interpretar sus canciones y además, el homenaje con la canción El Sombrero de Alejo, himno de la versión 51 del Festival de la Leyenda Vallenata.

El sábado 9 se desarrollará un foro sobre economía naranja, exposición de pintura, la presentación de un documental sobre la familia de Alejo, protagonizado por Nelson Velásquez; mesas de trabajo y homenajes a acordeoneros, forma parte del segundo día de conmemoración del natalicio de Alejandro Durán Díaz.

Alejo Durán, legendario

Alejo Durán fue el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, en una decisión casi que unánime: a pesar de no ser un artista con el reconocimiento de sus colegas, ya para 1968 había logrado dominar un estilo propio en todos los aires, y adicionalmente su más fuerte contendor en esa jornada, Emiliano Zuleta Baquero, fue descalificado al no atender los llamados del jurado a presentarse en la tarima de la casona de Hernando Molina, donde se realizaba el concurso. Años después, en 1987, mientras concursaba en busca del primer trofeo al Rey de Reyes, él mismo reconoció haberse equivocado en un segmento de los bajos de la puya, bajando del escenario y dejándole el camino libre a otro justo contendor, Colacho Mendoza.

Muy joven, al igual que su padre, empezó a desempeñarse en diferentes oficios en fincas ganaderas de la región. Y también al igual que su padre, que tocaba con soltura el acordeón, flauta de millo y caja, se interesó desde temprano por la música. Sus hermanos Luis Felipe y Nafer (quien lo sobrevive) pero, sobre todo, su tío Octavio Mendoza y su amigo Víctor Julio Silva son cuatro influencias más en la ejecución del acordeón, instrumento con el cual logró una afinidad absoluta gracias a su tenaz empeño en determinar un estilo propio, caracterizado por un énfasis mayor en los bajos que en los pitos, acompañando a su voz profunda y desprovista de sentimentalismo, así como por muletillas que siempre acompañaron sus temas como “¡Oa!”, “¡Hombe!”, “¡Apa!”, “¡Sabroso!”, y “¡Ay!”. Así lo logró reflejar en composiciones propias como “La perra”, “Fidelina”, “Altos del Rosario”, “039”, “La cachucha bacana”, “Sielva María”, “Joselina Daza”, “Pedazo de acordeón”, “Bren”, “La recorrida” y “Evangelina”, pero también en versiones que inmortalizó, como “Alicia adorada” de Juancho Polo Valencia y “El verano” de Leandro Díaz.