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Serpiente Naranja

En Pocas Palabras: David Manzur

Escrito por Cristina Díaz @crisdiaz48

“Todo lo que han escrito los escritores sobre los grandes pintores de la historia no coincide en nada con lo que los pintores quisieron hacer. Toda esa terminología maravillosa, esas explicaciones filosóficas que contribuyeron a hacer interesantes a los artistas, puedo asegurarte que nada tenían que ver con el camino por donde ellos iban. Tú me quieres sacar la verdad mía, pero la verdad mía falla puesta en mis propias palabras, yo no la puedo poner sino en términos visuales… Tú podrías hacer todo esto sin hablar conmigo”. David Manzur a Oscar Torres, en Revista Cromos No.3991, julio 25 de 1994.

La Serpiente Naranja tiene una labor que es complicada, definir lo que no tienen límites, ni definición, la creatividad humana, la libertad del artista, hoy es un claro ejemplo: David Manzur (1929). Manzur nació en Neira, Caldas, tiene un ascendiente marcadamente europeo. La obra abstracta del artista se remonta a los primeros años sesenta. Después de estudiar en Estados Unidos y luego de hacer incursiones en el arte europeo medieval y renacentista, así como en el arte contemporáneo, desde José Clemente Orozco, Léger, Matisse, Obregón, Fernández Muro y Sarah Grillo, Manzur, establecido en Bogotá, comenzó a preparar su exposición de paisajes abstractos –paisajes lunares o de superficies extraterrestres– en la Biblioteca Luis Ángel Arango en 1966 –que demostró el interés del artista por el informalismo europeo, así como su pasión por la astronomía que había estudiado en el Instituto de Ciencias de Chicago, en 1963–. A partir de 1967 Manzur se orientó hacia las construcciones con hilos de nylon o acero, en las cuales es evidente la tutela del artista ruso Naum Gabo, radicado en Estados Unidos en los últimos años de su vida. Su producción abstracta se extendió hasta mediados de los setenta, cuando el colombiano retomó el trabajo figurativo que, con características reconocibles, ha realizado hasta hoy. Entre dichas características son constantes las influencias del surrealismo y del cubismo tardío. Pese a la reiteración temática de las obras de Manzur resulta sobresaliente la diversidad de composiciones, de distribuciones espaciales y de tratamientos de luces y sombras.

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Ejecuta, por ejemplo, admirables variaciones del caballo. Acompañando al animal no puede faltar, en muchos casos, el jinete. Si el caballo se ve realista, observado de lado, pero estudiado predominantemente desde su trasero, las figuras de encima son muy poco humanas, o se trata de personajes fragmentados o en proceso de transformación. En la exposición “Ciudades oxidadas” de 2011, que reunió trabajos desde 2004 y que se denominó así por estar llena de recuerdos de su niñez y adolescencia –de la Guinea Ecuatorial, las islas Canarias– aparecen personajes como Sebastián, joven atormentado en Auschwitz, así como figuras femeninas con vestimentas del siglo XVII inspiradas en Velázquez y algún personaje con el nombre de Rembrandt. En la muestra “Pasado y futuro”, expuesta entre 2012 y 2013 en Bogotá, Bucaramanga, Jericó y Pereira, y que reunió 57 bosquejos de muy variados temas; algunos de hace muchos años, como los que trabajó para la transverberación de Santa Teresa (según Bernini) y San Sebastián. Entre diciembre de 2013 y febrero de 2014, Manzur realizó la muestra “Punto de partida”, un conjunto de dibujos y pinturas en torno a los caballos.

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Caballos con jinetes en espacios reducidos. Sus imágenes son realistas, pero plenas de exageración: los músculos del animal, los pelambres de las crines y las colas. A fines de 2014 presentó “Obra negra”. Su título hace pensar en un trabajo que no se ha terminado, pero también alude a la producción de Goya en la llamada la Quinta del Sordo, como la llamaban sus vecinos y en la que el artista pintó para sí “Las sofocantes pesadillas que abrasan la mente cuando se ha hundido la garantía de la justicia para todos y la hipocresía gobierna y el hombre busca al hombre para matarlo…” (Según Dino Formaggio). En la exhibición de 2014 Manzur también presentó otros temas, incluyendo cuatro obras sobre “Las cuatro estaciones”: cuatro bodegones que recuerdan a Vivaldi y a Piazzolla y en los que el artista insiste en el instrumento musical que más ha pintado: el laúd.

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