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Cirirí Del Jirafo

¡LA PLAZA MAYOR!

Cirirí Del Jirafo

Escrito por Alberto Muñoz / @albertomunozpen / elhijodedonjulio@gmail.com

La escena mental, va y viene, como si se tratara de un recuerdo feliz, aleccionador, imborrable. Django, arrastra un ataúd, aproximándose al pueblo en pleno oeste americano, con botas, jean, camisa de “vaquero” y gabardina de paño color negro, con rostro de angustia, desesperación y dolor, camina con decisión de vengador recién caída una llovizna imparable. En el poblado no se ve una sola alma, pero si numerosos ojos, barruntándolo todo, por hendijas, portillones u ‘ojos’ de las cerraduras. Oscurece la tarde primaria, pero se mantiene el paso pausado del “chacho”. Llega por fin a la plaza comarcal y, sin pensarlo dos veces, va directo a la taberna por un tequilazo y retorna a su andanza premeditada.

No hay pueblo sin Plaza ni plaza sin entorno. Sobreviene la imagen fotográfica de Pepe Castro, retozándose la plaza en su ‘triciclo’, sin ambiciones diferentes del reconocimiento infantil, por los polvorientos caminitos que, años después, fueron cementados y permitían caminar sin premura con la placidez de encontrarse en un jardín sin flores, siguiéndole con la mirada los trancos estratégicos al memorable Tin Montero, quien siempre tenía un reclamo en la punta de la lengua, una crítica social y una voz de aliento cuando se lo proponía.

Es la misma plaza en cuya esquina por la quince, fluyen en doble vía las ansias de felicidad de parejas que, acompañadas por pajecitos, familiares, amigos y grandes esperanzas, dan el si en procura de vivir mejor. Algunos regresan a ‘recoger’ pensamientos, palabras, lágrimas y sonrisas, vertidos aquella vez, repitiéndose la misma pregunta ¿en qué pensaba yo cuando decidí equivocarme, casándome con semejante bacalao’? Otros en cambio retornan a dar gracias periódicas al Padre Creador por la dicha de un hogar con dificultades, pero feliz en esencia.

Es el que fue, es y seguirá siéndolo, núcleo y eje, del sector fundacional de Valledupar, la sede permanente del legado de Hernando Molina Céspedes, de quien llama la atención su confianza, certeza y tino, al asumir gastos, que no le correspondía realizar -de los primeros- en la seguridad de contribuir, en grado sumo y sin proponérselo, a la cimentación

del Festival de la Leyenda Vallenata. Más llamativo aún, su indeclinable voluntad de no acudir jamás a protagonismos, aspavientos ni a reclamaciones para disfrutar a su modo el evento de abril. Él encarnó, una clase muy significativa de vallenatos, hombres y mujeres de diversos estratos sociales, que antepusieron el bien general, la conveniencia del Valle, a los intereses particulares. La ‘gastadera’ no cesó, hasta su partida final, toda vez que su casa fue siempre hospedaje de visitantes ilustres que aportaron mucho para el engrandecimiento del certamen y el progreso municipal y departamental.

La Plaza Alfonso López de Valledupar, de la cual Rodrigo Montero Castro, el Turco Pavajeau y Beto Herazo, son guardianes inexpugnables, es el gran punto de encuentro intergeneracional, el centro de la palabra vallenata, el depósito memorístico de la vallenatia, la punta de lanza del vallenato. Con la fuerza mítica que robustece la entronización de plazas como la de Trafalgar o

Trafalgar Square, en Londres, que conmemora dicha batalla que tuvo lugar en 1805; la bellísima Plaza España, en Sevilla, de grandes dimensiones, con forma elíptica y orientada hacia el río Guadalquivir, construida en ladrillo y decorada con cerámica; la plaza del Campo en Siena, situada en Italia, en la Toscana, allí tienen lugar las populares carreras de caballos del Paio, conocida a nivel mundial por su belleza y edificios, destacándose el Palazzo Pubblico y su Torre de Mangia, y otros palacios señoriales que la rodean, que tiene forma de concha, en ella está situada una bella fuente llamada Fonte Gaia; la Plaza de Times Square en Nueva York, sin bonitura pero con el atractivo especial de sus pantallas y anuncios, las luces y los edificios, situada en el centro de la Gran Manzana en la Isla de Manhattan, uno de los puntos más turísticos del mundo; la Plaza de la Concordia en París, situada al comienzo de los Campos Elíseos, es una monumental construcción -la segunda más grande de Francia- que tiene mucha historia, de la época monárquica como de la Revolución Francesa, y hoy día es foco de interés por la belleza de sus fuentes, estatuas, el obelisco de Luxor y las vistas de la torre Eiffel, en uno de cuyos costados lloró tantas veces el tío Álvaro Castro Socarras, las ausencias lilianadas del amor en su época de estudiante en la Sorbona; la Plaza Roja de Moscú; la del Comercio en Lisboa y muchas más, denotan la grandeza humanística, urbana e histórica de aquellas.

La Plaza de Mayo, en Buenos Aires, con un significado especial más allá de su belleza propia ya que allí se manifestaban -cubriendo sus cabellos con pañuelos blancos- las llamadas “Madres de Mayo”, que buscaban a sus hijos desaparecidos como consecuencia de la represión dictatorial de las juntas militares, es símbolo de Independencia Argentina y está situada en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. En nuestra querida Colombia, la Plaza de la Concepción y de la Calle San Juan se encuentra en el Centro Histórico de Mompox, restauración y revitalización urbana al servicio del bienestar y desarrollo urbano y urbanístico, con la humanización por delante; la Plaza de Cisneros, con la mayor área abierta en su interior para eventos callejeros y espectáculos urbanos, con sombrío admirable a partir de la siembra de bambú o Guadiana; la Plaza Central de Villa de Leiva, 14000 m2, una de las más grandes de América, empedrada, con fuente de agua y la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en sus alrededores es dable encontrar restaurantes, hoteles, museos y tiendas de artesanías, con reconocida arquitectura colonial característica de esa municipalidad; la Plaza de La Paz Juan Pablo II, lugar de encuentro público y cultural; la Plaza de Bolívar, es la plaza principal de la ciudad de Bogotá y de Colombia, a su alrededor se encuentran algunos de los principales edificios de la ciudad: el Palacio de Justicia, el Capitolio Nacional, la Catedral Primada de Colombia, la Casa del Cabildo Eclesiástico, la Capilla del Sagrario, el Palacio Arzobispal, el Palacio Lievano, la Alcaldía Mayor de Bogotá, el Colegio Mayor de San Bartolomé, declarada Monumento Nacional mediante Decreto 1802 de 1995. La Plaza de la Aduana, la de Los Coches, la de San Pedro Claver, de la Trinidad, Santo Domingo, entre muchas más plazas de Cartagena, conectadas al corazón indómito de la Heroica.

Plazas y plazoletas, espacios de interacción humana, social y relacionado, gracias a las cuales la vida es más llevadera en los centros urbanos, de manera especial cuando se trata de afrontar las condiciones difíciles en materia de seguridad, movilidad, desempleo y otras afugias, no menos gravosas, que afligen el sentimiento y horadan La Paz interior, la cual debe conservarse siempre porque constituye la fuerza legítima que siembra y garantiza el poder, la fortaleza, ante cualquier vicisitud. No pocas veces el librero de la vieja Plaza, Sr. Silvera y Castellanos, a pocos pasos de ella, superaron la adversidad.

Allí se reúne el pueblo Vallenato, cada lunes santo, para reafirmar su fe en Dios, en el Santo Ecce Hommo como su hijo salvífico y durante cada acto celebratorio de la Santa semana, con la confianza puesta en lo alto y la creencia colectiva consistente en que los tiempos que vienen serán mejores que los ya vividos.

En la Plaza Alfonso López, reside la institucionalidad, en gracia de la sede gubernamental de la Alcaldía Municipal pero en otra época operó allí también la Gobernación del Departamento del Cesar y en otros tiempos se realizaban las audiencias de juzgamiento penal, faenas jurídicas de las cuales quedan recuerdos de juristas de la talla de Alberto Gutiérrez Céspedes, Jesús Solano, Bladys Caamaño Martínez y de jueces con el carácter, la honestidad y la sapiencia de Efraín Córdoba Castilla, entre los más.

A su alrededor yace el centro histórico, tendido y extendido, cual moribundo que sabe que se salvará por la insistencia de rogativas, silenciosas y/o públicas, que más temprano que tarde se plasmarán en acciones conducentes a su conservación, fortalecimiento y su uso cultural, social y naranja.

La Plaza Alfonso López, es la cuna natural y la sede central del Festival de la Leyenda Vallenata, evento que llegó en estado de adultez al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araújo Noguera”. Lástima que la chaza de Cayetano ya no esté en su sitio habitual, pero perviven los pasos triunfales de ‘la Carpa” quien la convirtió en pasarela diaria para lucir sus nuevos atuendos, entre los cuales el más emblemático era el medio paso amarillito pollo y la efectividad de los guindarejos y la pintura facial que siempre la caracterizó.

La plaza, nuestra querida Plaza Mayor, es una consideración categórica de la magia, la galanura y la hidalguía de Valledupar procera ciudad, que conlleva a la realidad en los versos del rey Vallenato, Omar Geles: “Jordi me quiere llevar para España pero no me voy, porque dejó solas mis muchachas y me da dolor, él me dice que allá las muchachas son mucho mejor, y se casó con una vallenata no lo entiendo yo (…) me imagino en la Plaza de las Ventas ahí quisiera estar, y la Plaza Alfonso López es más bella en su Festival, no es lo mismo una corrida de toros que escuchar cantar, esas canciones de Oñate y de Poncho en la madruga; ay el

Valle es Valle, lo demás es loma, y a Valledupar no lo cambiaré, por lo más bonito ay ombe nunca lo haré”.

Le dan los toques finales a la Plaza Alfonso López, en ejecución de la intervención dispuesta por la Alcaldía de Valledupar, aprobada por el Ministerio de Cultura. Estamos a la espera de la nueva realidad y de realizar un recorrido con el alcalde Augusto Daniel Ramírez Uhía, antes de la inauguración, para conocer los detalles, justificaciones y la conveniencia de la nueva sede sublime del vallenato en Colombia para el mundo.

 En la Plaza de Madrid, Frank Domingo Martínez lloró, con lágrimas de chicha, los cholados de Chide, mientras tanto en los Soportales de la Plaza Mayor de Guadalajara, mi hermano Fidias Romero Campo, lagrimea sin ahorros por la distancia que lo separa de la bellísima, como imponente, Plaza Alfonso López. Como diría Ofo Felizzola ¡tai’ cogio!

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Comentario

  1. “Hago parte de esa historia. Ahí fui rey de la canción vallenata con el son “Mi pobre acordeón”/99 grabada por los niños del vallenato y eso no se puede borrar, así transformen a ese lugar”-Fercahino

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